Que todo vuelva a estar por hacer y todo sea posible

Cuando estudiaba en la universidad, leía sobre todo en el tren. Tardaba aproximadamente una hora y media en llegar a la facultad, si no había problemas con la RENFE. De esto hace ya más de una década. No he vuelto a leer tanto en mi vida. Eran tres horas disponibles al día. Entre clase y clase, si éstas no eran seguidas, también leía. Generalmente en la biblioteca o tirada en el césped del campus. A medida que avanza la edad, cada vez dispones de menos tiempo para leer. No se trata de una excusa. Tal vez dispongas de horas libres, pero no del espacio mental disponible. La concentración es cada vez más difícil porque estamos invadidos por las miles y una preocupaciones cotidianas que nos reclaman. Desde el trivial qué voy a hacer para la cena hasta el dramático cómo me las arreglo para llegar a finales de mes. A menudo me gustaría regresar a los escasos diecinueve o veinte años en los que tierna como un panecillo experimentaba sin saberlo el famoso "tot estar per fer i tot és possible", de Miquel Martí i Pol y perteneciente al poema Ara mateix. El poema No volveré a ser joven, de Jaime Gil de Biedma, posee unos versos clarividentes:

"-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante."

Pero es la vida la que se te lleva a ti por delante. Con frecuencia. Aunque no creo que tenga por qué ser así. Querer llevarse la vida por delante es en cierta medida tener ilusión. Tal vez de un modo un tanto impetuoso y agresivo, pero ilusión. Y aquí volvemos otra vez a los maravillosamente evocadores versos de Martí i Pol: "tot estar per fer i tot és possible". Ésta debería ser nuestra actitud. Construcción permanente. Considerarnos un proyecto a largo plazo que mutará constantemente porque tenemos infinitas posibilidades.

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