Listas
Llegan las vacaciones. Uno de mis momentos preferidos del año es cuando escojo lo que planeo leer durante éstas. Creo que ya he dicho en alguna ocasión que me encantan las listas. Y todavía más tachar aquello ya realizado. Es más, guardo hasta las listas en las que he tachado todo lo que estaba en ellas. Tengo una carpeta llena. Algunas ya digamos que "archivadas", otras aún abiertas.
Empecé con este vicio (iba a poner práctica, pero es un vicio) cuando estaba en el instituto. Hoy, más de 20 años después, todavía lo conservo. De hecho, gracias a este vicio, tengo una lista completa de todos los libros que he leído desde el verano de 1994, cuando empecé a anotar metódicamente todos y cada uno de los libros que leía, por orden cronológico y agrupados por estaciones. Puede parecer una tontería y una pérdida de tiempo típica de un carácter con transtorno obsesivo-compulsivo, pero tiene sus ventajas. Si eres una persona que tiene una cierta fijación por volver al pasado, mirarlo retrospectivamente e intentar buscar un sentido al presente a la luz del primero. O si simplemente tienes una temprana consciencia de que como cualquier otro ser humano eres historia y además tienes curiosidad por la persona que fuiste, esta práctica aporta información muy relevante.
Puedo descubrir con facilidad qué era lo que me interesaba cuando tenía 16, 22 o 30 años. Al principio las lecturas eran caóticas. Leía cualquier cosa. No había una relación entre las lecturas. No es difícil deducir que cuando era una quinceañera era una lectora voraz abrumada y entusiasmada por el descubrimiento que acababa de realizar: la literatura para adultos. Todo estaba por descubrir. Cada libro era un mundo nuevo. Con el paso del tiempo, me fui centrando. Ya se me había despertado un gusto literario. Lo que leía tenía alguna relación. Tal vez no perceptible de una forma clara y distinta, pero había vínculos subyacentes. También es fácil observar en qué momentos he leído más o menos. También es fácil deducir por qué. Es más, hasta puedo recordar la razón por la cual en cada momento leía cada título.
Cuando iba a la universidad y estaba en la época de exámenes, al ser una estudiante de letras, tenía que pasar muchas horas estudiando. No puedo hablar de cómo se preparaba los exámenes un futuro arquitecto o ingeniero, pero sí que sé cómo lo hacía yo. Me pasaba muchas horas seguidas leyendo apuntes. Todos los meses de febrero y junio durante cuatro años, leí libros de Tom Sharpe y P. G. Wodehouse. Quería relajarme, distraerme y reír. Romper la rutina diaria haciendo en el fondo lo que más me gustaba: leer. Me pasaba el día leyendo apuntes y en los momentos de descanso, leía a estos autores británicos. Pasada mi época de estudiante, no he vuelto a leerlos. Creo que este hábito me creó un anclaje tan fuerte, que los tengo tan asociados a ese periodo de mi vida que me constará volver a ellos en un contexto completamente diferente. Cuando hace unos días me enteré de la muerte de Tom Sharpe, una de las primeras imágenes que me vino a la mente fui yo sentada en la biblioteca de la facultat... estudiando.
Quería en este post escribir sobre los libros que pienso leer estas vacaciones. Presentar una mini lista. Una declaración de intenciones. Pero me he dejado llevar y ha salido otra cosa. La lista, otro día.
Empecé con este vicio (iba a poner práctica, pero es un vicio) cuando estaba en el instituto. Hoy, más de 20 años después, todavía lo conservo. De hecho, gracias a este vicio, tengo una lista completa de todos los libros que he leído desde el verano de 1994, cuando empecé a anotar metódicamente todos y cada uno de los libros que leía, por orden cronológico y agrupados por estaciones. Puede parecer una tontería y una pérdida de tiempo típica de un carácter con transtorno obsesivo-compulsivo, pero tiene sus ventajas. Si eres una persona que tiene una cierta fijación por volver al pasado, mirarlo retrospectivamente e intentar buscar un sentido al presente a la luz del primero. O si simplemente tienes una temprana consciencia de que como cualquier otro ser humano eres historia y además tienes curiosidad por la persona que fuiste, esta práctica aporta información muy relevante.
Puedo descubrir con facilidad qué era lo que me interesaba cuando tenía 16, 22 o 30 años. Al principio las lecturas eran caóticas. Leía cualquier cosa. No había una relación entre las lecturas. No es difícil deducir que cuando era una quinceañera era una lectora voraz abrumada y entusiasmada por el descubrimiento que acababa de realizar: la literatura para adultos. Todo estaba por descubrir. Cada libro era un mundo nuevo. Con el paso del tiempo, me fui centrando. Ya se me había despertado un gusto literario. Lo que leía tenía alguna relación. Tal vez no perceptible de una forma clara y distinta, pero había vínculos subyacentes. También es fácil observar en qué momentos he leído más o menos. También es fácil deducir por qué. Es más, hasta puedo recordar la razón por la cual en cada momento leía cada título.
Cuando iba a la universidad y estaba en la época de exámenes, al ser una estudiante de letras, tenía que pasar muchas horas estudiando. No puedo hablar de cómo se preparaba los exámenes un futuro arquitecto o ingeniero, pero sí que sé cómo lo hacía yo. Me pasaba muchas horas seguidas leyendo apuntes. Todos los meses de febrero y junio durante cuatro años, leí libros de Tom Sharpe y P. G. Wodehouse. Quería relajarme, distraerme y reír. Romper la rutina diaria haciendo en el fondo lo que más me gustaba: leer. Me pasaba el día leyendo apuntes y en los momentos de descanso, leía a estos autores británicos. Pasada mi época de estudiante, no he vuelto a leerlos. Creo que este hábito me creó un anclaje tan fuerte, que los tengo tan asociados a ese periodo de mi vida que me constará volver a ellos en un contexto completamente diferente. Cuando hace unos días me enteré de la muerte de Tom Sharpe, una de las primeras imágenes que me vino a la mente fui yo sentada en la biblioteca de la facultat... estudiando.
Quería en este post escribir sobre los libros que pienso leer estas vacaciones. Presentar una mini lista. Una declaración de intenciones. Pero me he dejado llevar y ha salido otra cosa. La lista, otro día.
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