Libros y rulos: Los oficios terrestres

Sí, es verdad, no paran de cerrar librerías. No sé detalladamente qué está pasando en España, pero en Barcelona, desde hace unos cuantos años, es un no parar. En poco más de diez años han cerrado muchas de las librerías que conformaban el paisaje sentimental de los lectores de la ciudad. La librería francesa (en Passeig de Gràcia), la Cinc d'Oros  y la Áncora y Delfín (ambas en la Av. Diagonal), Ona (en la Gran Via de les Corts Catalanes) y este 2013 ha sonado la alarma a raiz del cierre de la librería Proa, la librería Catalonia y el traslado de la librería Jaimes. Hace pocos días se ha anunciado también el cierre de la librería Canuda, en la que parece ser que se basó Ruiz Zafón en su novela La sombra del viento. Seguro que han cerrado más librerías, pero su cierre no ha tenido la repercusión mediática de las que he citado, porque quizá no se encontraban en lugares tan emblemáticos de la ciudad o porque no eran tan antiguas, o porque su local no va a ser ocupado por un McDonalds.

No quiero hacer un discurso apocalíptico. Es cierto que las ventas de libros, por muchas razones y no todas relacionadas con la crisis, han bajado y que el alquiler de los locales se había disparado durante los últimos años. Creo simplemente que muchas de estas librerías representaban la clase media de las librerías, esto es, lo que se encuentra entre una FNAC o Casa del Libro y una pequeña librería militante como, por ejemplo, la Taifa (calle Verdi). Y ya sabemos que la situación está conduciendo a la polarización: para sobrevivir tienes que ser una gran corporación o dedicarte a la guerrilla y estar muy especializado. Lo que está en medio, lo que equilibraba el ecosistema, se ha ido a tomar por saco (aunque existan todavía buenos ejemplos de clase media). Repito, por muchas razones y no todas debidas a la crisis económica.


Esta pequeña introducción viene a cuento de un descubrimiento que he hecho hoy. Ante el cierre de librerías históricas no deja de sorprenderme la apertura de otras. Microlibrerías. Guerrilla pura. Muy especializadas. Madrid es un claro ejemplo de este fenómeno. Hay calles en las que puedes encontrar, a escasos metros unas de otras, tres o cuatro de estas microlibrerías. Generalmente regentadas por gente joven. Muy a menudo un híbrido entre librería y cafetería. Pero lo que hoy he descubierto es el no va más: la librería / peluquería. Y no me estoy cachondeando. Me encanta la idea. Se llama Los Oficios Terrestres y se encuentra en Palma de Mallorca. Si algún día estoy por allí, aprovecharé para pasarme y hacerme unas mechas.

Los oficios terrestres es, además, el título de un libro de Rodolfo Walsh.

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