Hay libros que se leen en el momento apropiado. Libros que se leen demasiado pronto y otros que nunca tienen su momento. Así como últimamente constato modo martillazo que la experiencia es aquello que adquieres justo después de haberla necesitado, todavía no he sentido tras terminar un libro que haya llegado a mí demasiado tarde, ni con Nada se opone a la noche , de Delphine de Vigan, que ya es decir. Todo esto me viene a la mente tras la relectura reciente que he hecho de La insoportable levedad del ser , novela que leí cuando iba al instituto y que recuerdo que en su momento me gustó mucho, si bien no logro entender la razón, ya que difícilmente con quince años podía haber entendido este libro. O tal vez sí. Quién sabe. De cualquier modo, lo que me sorprende no son los diferentes niveles de lectura que puede realizar una persona a medida que su propia vida, a lo largo del transcurso de los años, va adquiriendo más capas. Ni qué decir tiene que para según qué libros va bien que es...