Marketing editorial

Hace un par de semanas Babelia publicó un artículo en el que se reflexionaba sobre la dificultad de titular una obra literaria y el papel que juega el título en el éxito comercial de ésta. Participaban en el mismo diferentes autores y profesionales de la edición.

Las opiniones son para todos los gustos y con algunas estoy de acuerdo y con otras no. Creo que quien afirme que el título no tiene nada que ver con el éxito comercial de un libro, se equivoca. Es más, afirmar que los libros no tendrían que tener título, no sólo me parece un desatino con clara voluntad de provocar, si no que es además obviar que nuestra cultura es nominalista.

Evidentemente, un buen título no tiene por qué ir seguido de una gran obra, así como una gran obra puede llevar un título pésimo. Pero raramente encontraremos un éxito comercial con un título nefasto... aunque los hay.

¿Por qué tiene tanta importancia el título? Por la misma razón que la tienen en primer lugar las cubiertas y en tercer lugar los textos de contracubierta. Entremos en una librería tipo FNAC o Casa del Libro, sin tener en mente un libro concreto que comprar. De entrada nos podemos sentir abrumados por la cantidad de libros que esperan pacientes en las mesas de novedades (porque los que están en las estanterías los ignoramos). ¿Qué es lo que va a hacer que nos fijemos en uno y no en otro? La cubierta. Ya sea por su color o colores o por la imagen que incluye o por ambas cosas. La cubierta atraerá nuestra visión hacia ella, hará que la posemos durante un segundo o dos en ella y entonces, tal vez, hagamos el siguiente paso: leer el título del libro. Si nos llama la atención, si título y cubierta casan bien, se nos generará una expectativa. Entonces, tal vez, cojamos el libro, lo volvamos y leamos el texto de la contracubierta. Y ya está: lo volveremos a dejar sobre la mesa de novedades y no volveremos a recordar el libro, lo dejaremos pensando que tal vez otro día o ya me lo pillaré de la biblioteca, o lo agarramos y pasamos por caja.



Huelga decir que las fajas, pegatinas, etc. también ayudan a llamar la atención, pero no creo que jueguen el papel decisivo de los tres elementos que he citado en el párrafo anterior. Repito que no estoy hablando de la calidad de la obra en cuestión, sólo del poder de atracción comercial.

A quien todavía no se haya dado cuenta de que formamos parte de una civilización especializada en la venta de humo, no sé si recomendarle que despierte ya o que siga en su dulce sueño. Elementos completamente ajenos al texto en sí juegan un papel determinante. ¿Y qué más da si al fin, aunque la cubierta sea un horror, el título inocuo y el texto de contracubierta soporífero, previsible y rimbombante, si la obra es buena se sabrá? No, porque si todo esto sucede, tú posiblemente no te fijarás en ese libro, y también pasará bastante desapercibido por los libreros, la crítica literaria, los periodistas culturales... ni el distribuidor le hará especial caso. A no ser que sea la obra de un autor ya muy conocido. O que ocurra un milagro (y suceden, pocos, pero suceden). Y pensaréis... "entonces todos los libros tienen buenas cubiertas, títulos llamativos y textos intrigantes". Y yo te diré que te des un paseo por la librería más cercana que tengas y verás que no.

En este blog ya he dado unos cuantos ejemplos de títulos y cubiertas interesantes. Recuerdo que cuando era una jovencita circulaba un dicho popular que afirmaba "la belleza es a menudo un bonito envoltorio para un decepcionante regalo". La edad me ha enseñado que como en todo, a veces sí y a veces no.

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