El horno no funciona
No he tenido la experiencia de vivir en un piso compartido. Vivia a una distancia relativamente escasa en kilómetrosde la universidad y no fue necesario cambiar provisionalmente de residencia. Tal vez he llegado a una edad en la que vivir en un piso compartido no es la situación ideal. Sin embargo, en cierto modo añoro una experiencia que podría haber sido divertida durante los años universitarios. Tenía amigas que sí que compartían piso. En algunos casos la experiencia acabó como el rosario de la aurora. Hay que escoger bien la compañía, aunque hasta alguien a quien crees conocer muy bien puede darte una sorpresa desagradable una vez de habéis dejado de veros para tomar cañas y pasáis a convivir.
El horno no funciona, de Camille Vannier, va justamente de esto, de un piso compartido. Esta parisina residente en Barcelona, describe muy suscintamente a los múltiples compañeros de piso que tuvo en el barrio de Gràcia. Algunos estuivieron poco tiempo, otros muchos meses. Con algunos se nota que hubo más relación o más simpatía (más anécdotas o detalles), con otros menos.
El horno no funciona desprende frescura y da una idea del tipo y variedad de las relaciones que pueden llegar a establecerse en un piso en el que los inquilinos vienen y se van. Algunos son catalanes, otros extranjeros. Cada uno con sus manías, sus problemas. Complicidades y desencuentros.
Me hubiera gustado una obra más narrativa, con personajes más definidos y tramas que relatasen de una manera más concreta cómo podía haber sido el día a día en aquel piso en el barrio de moda de Barcelona. Pero tal vez la única manera de narrar estas convivencias escurridizas (líquidas, como diríamos ahora) sea la que ha escogido Camille Vannier.
El horno no funciona, de Camille Vannier, va justamente de esto, de un piso compartido. Esta parisina residente en Barcelona, describe muy suscintamente a los múltiples compañeros de piso que tuvo en el barrio de Gràcia. Algunos estuivieron poco tiempo, otros muchos meses. Con algunos se nota que hubo más relación o más simpatía (más anécdotas o detalles), con otros menos.
El horno no funciona desprende frescura y da una idea del tipo y variedad de las relaciones que pueden llegar a establecerse en un piso en el que los inquilinos vienen y se van. Algunos son catalanes, otros extranjeros. Cada uno con sus manías, sus problemas. Complicidades y desencuentros.
Me hubiera gustado una obra más narrativa, con personajes más definidos y tramas que relatasen de una manera más concreta cómo podía haber sido el día a día en aquel piso en el barrio de moda de Barcelona. Pero tal vez la única manera de narrar estas convivencias escurridizas (líquidas, como diríamos ahora) sea la que ha escogido Camille Vannier.
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