La utilidad del dolor
Sentirse perdido en este mundo no es algo
tan extraño. Supongo que aún menos si se es un adolescente lúcido como James
Sveck y el contexto en el que se encuentra es el de una familia desestructurada
de pijos y esnobs con ínfulas intelectuales residentes en Manhattan en pleno
siglo XXI. Las crisis de identidad son un fenómeno frecuente por el que todos
hemos pasado por lo menos una vez en nuestras vidas. Me pregunto si es
afortunado quien sólo la padece una vez o el que la padece muchas, a pesar
del dolor que éstas irremediablemente conllevan. La autoconciencia extrema
puede ser un fenómeno literariamente interesante si se sabe sacar provecho de ella, pero puede ser una tortura infernal para quien la carga consigo todas las
horas de su vida y no sabe cómo manejarla.
Algún día este dolor te será útil, de Peter Cameron
(Libros del Asteroide), es una novela de título evocador y lleno de esperanza,
aunque a primera vista pueda parecer lo contrario. El título proviene de la inscripción
que hay en la puerta de entrada de un campamento en el que reforman a
adolescentes con trastornos importantes mediante el trabajo físico y el
contacto directo con la naturaleza y al que los padres del protagonista le
obligaron a asistir: “Sé paciente y resiste: algún día este dolor te será útil”[1]
(55). En resumen, aunque el sufrimiento presente nos parezca injusto e
insoportable, no hay mal que por bien no venga o lo que no te mata te hace más
fuerte. Éste es, en definitiva, el testamento que James recibe de uno de los
pocos personajes al que ama y respeta sin ningún tipo de duda e
incondicionalmente:
“Tener malas experiencias a veces es una
ayuda, te aclara más lo que deberías hacer. Sé que esto parece demasiado
optimista, pero es cierto. Quienes solo han tenido buenas experiencias no son
muy interesantes. Puede que estén contentos y sean felices de alguna manera,
pero son superficiales. Ahora te parecerá un contratiempo, algo que te complica
la vida, pero... es demasiado sencillo vivir sin complicaciones. No es que la
felicidad sea necesariamente simple, pero no creo que tú vayas a tener una vida
fácil y será mejor para ti. Lo difícil es no dejarte abrumar por las malas
rachas. No debes permitir que te derroten. Tienes que verlas como un regalo...
un regalo cruel, pero regalo a fin de cuentas.” (226-227)
Un mensaje cargado de verdad, aunque con
matices. Me resisto a creer en que por norma las personas felices son
superficiales y que las infelices son profundas. Conozco unos cuantos ejemplos
que desmienten las dos afirmaciones, aunque no puedo negar que la
superficialidad puede ayudar a la felicidad, por lo que la primera puede tener
de inconsciencia. Es un hecho: pensar no ayuda a ser feliz. James Sveck piensa
mucho, demasiado. Es normal que no se sienta a gusto entre gente de su edad,
incluso entre adultos. Cualquier acto comunicativo es una pérdida de tiempo
porque un mundo interior rico provoca que el exterior se vuelva vacuo y carente
de interés. Reconcentrado, autosuficiente y retroalimentativo, nada es más
urgente que el yo. Es más, a fuerza de mantener un diálogo incesante con uno
mismo dificultamos que los demás puedan convertirse en un interlocutor válido,
porque nadie es capaz de entendernos como creemos, y sí, digo creemos,
entendernos a nosotros mismos.
La novela de Peter Cameron es divertida,
aunque a primera vista, antes de sumergirnos en la lectura, el título, aunque
muy cierto y apropiado, nos pueda inducir a error y pensemos que nos vamos a
encontrar con una novela melodramática. Los diálogos son ágiles e inspirados y las
reflexiones del protagonista inteligentes. El ritmo de la narración provoca que
la lectura sea adictiva, si bien no es una novela de acción. Las sesiones de
James Sveck con su psicoterapeuta no tienen desperdicio. Así como tampoco lo
tiene el nombre de algunos de sus personajes.
[1] Esta imagen no deja de recordar las ya tan asimiladas imágenes de
las entradas de los campos de concentración nazis con su inscripción de “Arbeit macht Frei”. Moraleja: desconfía de las inscripciones de cualquier
tipo de centro en el que se “trate” a grupos de personas.
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